jueves, 4 de octubre de 2007

Libre

Cuanta consecuencia le ha traigo al hombre el no escucha la voz de Dios. Desde Adán hasta nuestros días escuchamos más al enemigo que a Nuestro Creador.
Desde el principio satanás esta tratando de suplantar lo verdadero por lo falso en cuanto a las creencias, en cuanto a lo moral. Y la táctica es siempre igual; poniendo en duda la veracidad de la palabra de Dios y aunque pretende hacernos creer que El no existe, es un ser real que tiene poder y su meta es destruirnos.
Saca ventajas con sus maquinaciones, pone pleitos, disensiones, enojos y toma a nuestros hijos si logra dividir el matrimonio.
Un hogar destruido es motivado por el infierno. Una guerra es motivada por el infierno. Gente que se suicida porque no quiere vivir es motivada por el infierno. Sufrimiento, dolor, soledad es sinónimo de infierno…
A través de mi experiencia por los años que sin Dios he vivido y comparándolos con los que con El hoy vivo, puedo decir que Su Palabra es infalible. Dios es justo y en El no hay injusticia. El hombre puede ignorar la Palabra escrita, pero Dios grabó Su Ley en la conciencia, la cual el hombre cauteriza cuando así mismo se apacienta. Desde sus raíces fabrica vestiduras para cubrirse del pecado; lo acomoda y lo disfraza, como que no se convence que Dios no puede ser burlado.
El Señor llama “sus santos, sus amados” a todos aquellos que son apartados del mundo para El. Y no es que me salí del mundo, ni que vivo en una nube declarando que todo esta perfecto. Soy participe pasiva del progreso, soy conciente de la contaminación, del avance de la ciencia, del hambre que hay en la tierra y de los niños que se mueren. También soy afectada por una sociedad de consumo que bombardea constantemente; por la corrupción que no tiene límites, por la ambición desmedida, la falsa piedad y la hipocresía. No digo que me salí del mundo, sólo digo que la Verdad de Dios me hizo libre del sistema del mundo.
Libre de la ansiedad que produce el mañana, libre de las culpas del pasado y en cada hoy que amanece le doy gracias por la vida que aún me regala.
Hablo de la vida en abundancia que Jesús vino a darnos. Una vida cuyo centro es la fe en Dios y consiste en creerle a Dios. Yo camino en esa verdad. Las circunstancias pasan y desaparecen, pero la Verdad de Dios no pasa, permanece para siempre.
“La Verdad me apacienta y al seguir Tu Ley Dios mío, siento Tu Presencia. Tú eres mi delicia; eres mi guía y de Ti dependo. Para servirte me siento libre y cuando me inclino para adorarte me quedo maravillada al ver Tu Grandeza y mi insignificancia”.

Lidia Gil


Basado en el libro “La Herencia” del mismo autor.

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