jueves, 11 de octubre de 2007

Obediencia

Anécdota


Aquel día, en la tarde mi esposo me invito que lo acompañara a Villa Dolores para terminar un trabajo. Saldríamos en la mañana del día siguiente y volveríamos por la noche. Podría compartir con mi prima Rosa apenas unas horas y con lo mal que me hacen los viajes por las sierras, por supuesto le contesté ¡ni loca! “a menos que el Señor lo dijera claro”. Esta mañana estoy desayunando y sin predisponerlo le dije a mi esposo: podría acompañarte aunque el no iba solo, sino con un compañero de trabajo. Aun sin entenderlo salude a mi hija baby y le recomendé que se cuidara. Comencé a orar en el auto y le pedí al Señor que si esto era de El, por favor lo confirmara. Inmediatamente pregunte a Marcelo, compañero de mi esposo, si podría interceptar la radio cristiana. Lo primero y único que pude escuchar fue una frase de una canción hermosa que dice: “el Señor me mando a llamar y le tengo que obedecer”, lo tome como respuesta. Por deseo de Marcelo de comprar maní y de saludar a sus tíos que trabajaban en ese kiosco paramos en el embudo de Carlos Paz y justo en ese preciso momento un hombre joven de buena presencia, reflejando en su rostro un espíritu de muerte paso a nuestro lado de manera casi inmediata alguien dijo ¡se esta por tirar, quiere suicidarse! Mi esposo bajo del auto para poder hablarle y decirle que hay un Dios que le ama; que solo la muerte es irremediable, mientras yo oraba y en el nombre de Jesús peleaba esa batalla para poder liberarlo.
La conciencia volvió a su cara y nosotros proseguimos el viaje creyendo en la victoria que el Señor nos había dado. Llegamos a Villa Dolores y no me hizo mal el viaje. Compartí cinco horas con mi prima Rosa, pasé una hermosa tarde. Por la noche llegamos a casa, esperamos a Baby que regresara de la iglesia para abrazarla “le doy gracias a Dios por hablarme, por haberme enseñado a tener mis oídos atentos para poder escucharle”. Lidia

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